domingo, 23 de noviembre de 2008

BUENAVENTURA DURRUTI, UN REVOLUCIONARIO DE PALABRA Y ACCIÓN

AQUI UN DOCUMENTO DESDE LA POSICIONES ANARQUISTAS.
SABEDORES QUE GEORGETTE SE RECLAMABA DEL SOCIALISMO


COMITE CENTENARIO GEORGETTE VALLEJO




“Somos nosotros los que hemos construido los palacios y ciudades en España, América y todo el mundo. Nosotros, los obreros, podemos construir nuevos palacios y ciudades para reemplazar a los destruidos […]. No tememos a las ruinas […]. La burguesía podrá hacer saltar en pedazos su mundo antes de abandonar el escenario de la historia. Pero nosotros llevamos un mundo nuevo dentro nuestro, y ese mundo crece a cada instante…” (1).





El cortejo fúnebre salía del edificio de la Confederación Nacional del Trabajo (“CNT”). El ataúd recorría la calle, cubierto con los colores rojo y negro, llevaba las siglas de la CNT y FAI. Unas trescientas mil personas, con el puño en alto, le daban el último adios al amigo, al compañero y camarada: “Buenaventura Durruti”, quien había fallecido el 20 de noviembre de 1936.



Buenaventura Durruti, nació en León el 14 de julio de 1896. De niño “fue –como refiere, Rosa Durruti, su hermana– un buen alumno. Inteligente, un poco travieso, pero de buen carácter. De profesión mecánico” (2), siempre al servicio de su clase, el proletariado.



Conoció el destierro, sufrió persecución y encarcelamiento por su actividad política y revolucionaria; pero no pudieron aplacarlo ni doblegarlo. Fue un militante activo de la CNT y de la FAI , siempre en constante lucha y dispuesto a la acción. Contraponiendo al fascismo y a todo tipo de dictadura la revolución de los trabajadores y la destrucción del estado, la anarquía.



Desempeño un papel importante contra la sublevación y alzamiento militar fascista (3), donde junto al pueblo se lanzó tenazmente a la lucha –entre ellos se encontraban: Ascaso, Jover, Garcia Oliver, entre otros muchos luchadores (4)–, deteniendo al movimiento faccioso de Barcelona. Días después se constituye el Comité de Milicias Antifascistas (5).



Para Durruti, la guerra y la revolución estaban íntimamente ligados, por tal motivo, inseparables. “Nosotros hacemos la guerra y la revolución al mismo tiempo: …esto es lo que exigen las circunstancias. Las medidas revolucionarias que conciernen al pueblo no se aplican sólo a la retaguardia, …son válidas también en la primera línea” (6). Es así que, por donde pasaban los anarquistas se colectivizaba la tierra, se ocupaban fábricas, talleres […], se proclamaba la comuna libre. Siempre estuvo presto a luchar y mostrar su humanidad y solidaridad por sus compañeros de clase, como lo demostró siempre en su práctica. Es así, que junto a un contingente de un millar de milicianos aproximadamente, se dirigió a Madrid que se encontraba en peligro. Ya en Madrid, a pocos días de haber llegado a la ciudad e incorporarse a la lucha, es abatido por una bala que se aloja en el pecho, a la altura del corazón (19 de noviembre), donde la madrugada del 20 de noviembre de 1936, perdería la vida, tras larga agonía (7).



Es así, que a un año más de su muerte, le rendimos homenaje; no llorando su fallecimiento, sino, recordándolo como persona y revolucionario que fue, no sólo de palabra sino también de acción, pues su memoria perdura y perdurará por siempre, pues lo dio todo –incluso su vida– en aras de la emancipación del proletariado, la revolución social, la anarquía (acracia/comunismo).





¡CUANDO UN REVOLUCIONARIO MUERE, NUNCA MUERE!



¡BUENAVENTURA DURRUTI, CON TÚ EJEMPLO VENCEREMOS!



¡POR LA REVOLUCIÓN SOCIAL !



¡VIVA LA ANARQUÍA !







NOTAS



(1) Enzensberger, Hans Magnus (1975). “El corto verano de la anarquía. Vida y muerte de Durruti”. Grijalbo, México D. F., p. 24.



(2) Entrevista realizada por Pierre Van Paasen (“Toronto Daily Star”, Toronto, 28 de octubre de 1936), en: Enzensberger, Hans Magnus, o. c., p. 193.



(3) Iniciada el 17 de julio de 1936 en Melilla (Marruecos), que luego se extendió a toda España el 18 de julio del mismo año. Ver Thomas, Hugh (1976). “La guerra civil española”. Grijalbo, Barcelona, T. I, p. 239-256.



(4) El 20 de julio moría Francisco Ascaso, tras el asalto al cuartel de los Atarazanas. Ver: Thomas, Hugh, o. c., p. 274.



(5) Para ver la constitución del Comité de Milicias Antifascistas, revisar: Thomas, Hugh, o. c., p. 275-276.



(6) Enzensberger, Hans Magnus, o. c., p. 268.



(7) Para más detalles y ampliar la información, revisar el texto ya mencionado de Enzensberger, Hans Magnus y el de Llarch, Joan (1976). “La muerte de Durruti”. Plaza y Janés, Barcelona.

viernes, 21 de noviembre de 2008

Alfonsina Storni: Hombre Pequeñito

Hombre pequeñito, hombre pequeñito,
Suelta a tu canario que quiere volar…
Yo soy el canario, hombre pequeñito,
Déjame saltar.

Estuve en tu jaula, hombre pequeñito,


Hombre pequeñito que jaula me das.
Digo pequeñito porque no me entiendes,
Ni me entenderás.

Tampoco te entiendo, pero mientras tanto
Abreme la jaula que quiero escapar;
Hombre pequeñito, te amé media hora.
No me pidas más.

jueves, 20 de noviembre de 2008

Carlos Fuentes CHAC MOOL

Chac Mool

Hace poco tiempo, Filiberto murió ahogado en Acapulco. Sucedió en Semana Santa. Aunque había sido despedido de su empleo en la Secretaría, Filiberto no pudo resistir la tentación burocrática de ir, como todos los años, a la pensión alemana, comer el choucrout endulzado por los sudores de la cocina tropical, bailar el Sábado de Gloria en La Quebrada y sentirse “gente conocida” en el oscuro anonimato vespertino de la Playa de Hornos. Claro, sabíamos que en su juventud había nadado bien; pero ahora, a los cuarenta, y tan desmejorado como se le veía, ¡intentar salvar, a la medianoche, el largo trecho entre Caleta y la isla de la Roqueta! Frau Müller no permitió que se le velara, a pesar de ser un cliente tan antiguo, en la pensión; por el contrario, esa noche organizó un baile en la terracita sofocada, mientras Filiberto esperaba, muy pálido dentro de su caja, a que saliera el camión matutino de la terminal, y pasó acompañado de huacales y fardos la primera noche de su nueva vida. Cuando llegué, muy temprano, a vigilar el embarque del féretro, Filiberto estaba bajo un túmulo de cocos: el chofer dijo que lo acomodáramos rápidamente en el toldo y lo cubriéramos con lonas, para que no se espantaran los pasajeros, y a ver si no le habíamos echado la sal al viaje.

Salimos de Acapulco a la hora de la brisa tempranera. Hasta Tierra Colorada nacieron el calor y la luz. Mientras desayunaba huevos y chorizo abrí el cartapacio de Filiberto, recogido el día anterior, junto con sus otras pertenencias, en la pensión de los Müller. Doscientos pesos. Un periódico derogado de la ciudad de México. Cachos de lotería. El pasaje de ida -¿sólo de ida? Y el cuaderno barato, de hojas cuadriculadas y tapas de papel mármol.

Me aventuré a leerlo, a pesar de las curvas, el hedor a vómitos y cierto sentimiento natural de respeto por la vida privada de mi difunto amigo. Recordaría -sí, empezaba con eso- nuestra cotidiana labor en la oficina; quizá sabría, al fin, por qué fue declinado, olvidando sus deberes, por qué dictaba oficios sin sentido, ni número, ni “Sufragio Efectivo No Reelección”. Por qué, en fin, fue corrido, olvidaba la pensión, sin respetar los escalafones.

“Hoy fui a arreglar lo de mi pensión. El Licenciado, amabilísimo. Salí tan contento que decidí gastar cinco pesos en un café. Es el mismo al que íbamos de jóvenes y al que ahora nunca concurro, porque me recuerda que a los veinte años podía darme más lujos que a los cuarenta. Entonces todos estábamos en un mismo plano, hubiéramos rechazado con energía cualquier opinión peyorativa hacia los compañeros; de hecho, librábamos la batalla por aquellos a quienes en la casa discutían por su baja extracción o falta de elegancia. Yo sabía que muchos de ellos (quizá los más humildes) llegarían muy alto y aquí, en la Escuela, se iban a forjar las amistades duraderas en cuya compañía cursaríamos el mar bravío. No, no fue así. No hubo reglas. Muchos de los humildes se quedaron allí, muchos llegaron más arriba de lo que pudimos pronosticar en aquellas fogosas, amables tertulias. Otros, que parecíamos prometerlo todo, nos quedamos a la mitad del camino, destripados en un examen extracurricular, aislados por una zanja invisible de los que triunfaron y de los que nada alcanzaron. En fin, hoy volví a sentarme en las sillas modernizadas -también hay, como barricada de una invasión, una fuente de sodas- y pretendí leer expedientes. Vi a muchos antiguos compañeros, cambiados, amnésicos, retocados de luz neón, prósperos. Con el café que casi no reconocía, con la ciudad misma, habían ido cincelándose a ritmo distinto del mío. No, ya no me reconocían; o no me querían reconocer. A lo sumo -uno o dos- una mano gorda y rápida sobre el hombro. Adiós viejo, qué tal. Entre ellos y yo mediaban los dieciocho agujeros del Country Club. Me disfracé detrás de los expedientes. Desfilaron en mi memoria los años de las grandes ilusiones, de los pronósticos felices y, también todas las omisiones que impidieron su realización. Sentí la angustia de no poder meter los dedos en el pasado y pegar los trozos de algún rompecabezas abandonado; pero el arcón de los juguetes se va olvidando y, al cabo, ¿quién sabrá dónde fueron a dar los soldados de plomo, los cascos, las espadas de madera? Los disfraces tan queridos, no fueron más que eso. Y sin embargo, había habido constancia, disciplina, apego al deber. ¿No era suficiente, o sobraba? En ocasiones me asaltaba el recuerdo de Rilke. La gran recompensa de la aventura de juventud debe ser la muerte; jóvenes, debemos partir con todos nuestros secretos. Hoy, no tendría que volver la mirada a las ciudades de sal. ¿Cinco pesos? Dos de propina.”

“Pepe, aparte de su pasión por el derecho mercantil, gusta de teorizar. Me vio salir de Catedral, y juntos nos encaminamos a Palacio. Él es descreído, pero no le basta; en media cuadra tuvo que fabricar una teoría. Que si yo no fuera mexicano, no adoraría a Cristo y -No, mira, parece evidente. Llegan los españoles y te proponen adorar a un Dios muerto hecho un coágulo, con el costado herido, clavado en una cruz. Sacrificado. Ofrendado. ¿Qué cosa más natural que aceptar un sentimiento tan cercano a todo tu ceremonial, a toda tu vida?... figúrate, en cambio, que México hubiera sido conquistado por budistas o por mahometanos. No es concebible que nuestros indios veneraran a un individuo que murió de indigestión. Pero un Dios al que no le basta que se sacrifiquen por él, sino que incluso va a que le arranquen el corazón, ¡caramba, jaque mate a Huitzilopochtli! El cristianismo, en su sentido cálido, sangriento, de sacrificio y liturgia, se vuelve una prolongación natural y novedosa de la religión indígena. Los aspectos caridad, amor y la otra mejilla, en cambio, son rechazados. Y todo en México es eso: hay que matar a los hombres para poder creer en ellos.

“Pepe conocía mi afición, desde joven, por ciertas formas de arte indígena mexicana. Yo colecciono estatuillas, ídolos, cacharros. Mis fines de semana los paso en Tlaxcala o en Teotihuacán. Acaso por esto le guste relacionar todas las teorías que elabora para mi consumo con estos temas. Por cierto que busco una réplica razonable del Chac Mool desde hace tiempo, y hoy Pepe me informa de un lugar en la Lagunilla donde venden uno de piedra y parece que barato. Voy a ir el domingo.

“Un guasón pintó de rojo el agua del garrafón en la oficina, con la consiguiente perturbación de las labores. He debido consignarlo al Director, a quien sólo le dio mucha risa. El culpable se ha valido de esta circunstancia para hacer sarcasmos a mis costillas el día entero, todos en torno al agua. Ch...”

“Hoy domingo, aproveché para ir a la Lagunilla. Encontré el Chac Mool en la tienducha que me señaló Pepe. Es una pieza preciosa, de tamaño natural, y aunque el marchante asegura su originalidad, lo dudo. La piedra es corriente, pero ello no aminora la elegancia de la postura o lo macizo del bloque. El desleal vendedor le ha embarrado salsa de tomate en la barriga al ídolo para convencer a los turistas de la sangrienta autenticidad de la escultura.

“El traslado a la casa me costó más que la adquisición. Pero ya está aquí, por el momento en el sótano mientras reorganizo mi cuarto de trofeos a fin de darle cabida. Estas figuras necesitan sol vertical y fogoso; ese fue su elemento y condición. Pierde mucho mi Chac Mool en la oscuridad del sótano; allí, es un simple bulto agónico, y su mueca parece reprocharme que le niegue la luz. El comerciante tenía un foco que iluminaba verticalmente en la escultura, recortando todas sus aristas y dándole una expresión más amable. Habrá que seguir su ejemplo.”

“Amanecí con la tubería descompuesta. Incauto, dejé correr el agua de la cocina y se desbordó, corrió por el piso y llego hasta el sótano, sin que me percatara. El Chac Mool resiste la humedad, pero mis maletas sufrieron. Todo esto, en día de labores, me obligó a llegar tarde a la oficina.”

“Vinieron, por fin, a arreglar la tubería. Las maletas, torcidas. Y el Chac Mool, con lama en la base.”

“Desperté a la una: había escuchado un quejido terrible. Pensé en ladrones. Pura imaginación.”

“Los lamentos nocturnos han seguido. No sé a qué atribuirlo, pero estoy nervioso. Para colmo de males, la tubería volvió a descomponerse, y las lluvias se han colado, inundando el sótano.”

“El plomero no viene; estoy desesperado. Del Departamento del Distrito Federal, más vale no hablar. Es la primera vez que el agua de las lluvias no obedece a las coladeras y viene a dar a mi sótano. Los quejidos han cesado: vaya una cosa por otra.”

“Secaron el sótano, y el Chac Mool está cubierto de lama. Le da un aspecto grotesco, porque toda la masa de la escultura parece padecer de una erisipela verde, salvo los ojos, que han permanecido de piedra. Voy a aprovechar el domingo para raspar el musgo. Pepe me ha recomendado cambiarme a una casa de apartamentos, y tomar el piso más alto, para evitar estas tragedias acuáticas. Pero yo no puedo dejar este caserón, ciertamente es muy grande para mí solo, un poco lúgubre en su arquitectura porfiriana. Pero es la única herencia y recuerdo de mis padres. No sé qué me daría ver una fuente de sodas con sinfonola en el sótano y una tienda de decoración en la planta baja.”

“Fui a raspar el musgo del Chac Mool con una espátula. Parecía ser ya parte de la piedra; fue labor de más de una hora, y sólo a las seis de la tarde pude terminar. No se distinguía muy bien la penumbra; al finalizar el trabajo, seguí con la mano los contornos de la piedra. Cada vez que lo repasaba, el bloque parecía reblandecerse. No quise creerlo: era ya casi una pasta. Este mercader de la Lagunilla me ha timado. Su escultura precolombina es puro yeso, y la humedad acabará por arruinarla. Le he echado encima unos trapos; mañana la pasaré a la pieza de arriba, antes de que sufra un deterioro total.”

“Los trapos han caído al suelo, increíble. Volví a palpar el Chac Mool. Se ha endurecido pero no vuelve a la consistencia de la piedra. No quiero escribirlo: hay en el torso algo de la textura de la carne, al apretar los brazos los siento de goma, siento que algo circula por esa figura recostada... Volví a bajar en la noche. No cabe duda: el Chac Mool tiene vello en los brazos.”

“Esto nunca me había sucedido. Tergiversé los asuntos en la oficina, giré una orden de pago que no estaba autorizada, y el Director tuvo que llamarme la atención. Quizá me mostré hasta descortés con los compañeros. Tendré que ver a un médico, saber si es mi imaginación o delirio o qué, y deshacerme de ese maldito Chac Mool.”

Hasta aquí la escritura de Filiberto era la antigua, la que tantas veces vi en formas y memoranda, ancha y ovalada. La entrada del 25 de agosto, sin embargo, parecía escrita por otra persona. A veces como niño, separando trabajosamente cada letra; otras, nerviosa, hasta diluirse en lo ininteligible. Hay tres días vacíos, y el relato continúa:

“Todo es tan natural; y luego se cree en lo real... pero esto lo es, más que lo creído por mí. Si es real un garrafón, y más, porque nos damos mejor cuenta de su existencia, o estar, si un bromista pinta el agua de rojo... Real bocanada de cigarro efímera, real imagen monstruosa en un espejo de circo, reales, ¿no lo son todos los muertos, presentes y olvidados?... si un hombre atravesara el paraíso en un sueño, y le dieran una flor como prueba de que había estado allí, y si al despertar encontrara esa flor en su mano... ¿entonces, qué?... Realidad: cierto día la quebraron en mil pedazos, la cabeza fue a dar allá, la cola aquí y nosotros no conocemos más que uno de los trozos desprendidos de su gran cuerpo. Océano libre y ficticio, sólo real cuando se le aprisiona en el rumor de un caracol marino. Hasta hace tres días, mi realidad lo era al grado de haberse borrado hoy; era movimiento reflejo, rutina, memoria, cartapacio. Y luego, como la tierra que un día tiembla para que recordemos su poder, o como la muerte que un día llegará, recriminando mi olvido de toda la vida, se presenta otra realidad: sabíamos que estaba allí, mostrenca; ahora nos sacude para hacerse viva y presente. Pensé, nuevamente, que era pura imaginación: el Chac Mool, blando y elegante, había cambiado de color en una noche; amarillo, casi dorado, parecía indicarme que era un dios, por ahora laxo, con las rodillas menos tensas que antes, con la sonrisa más benévola. Y ayer, por fin, un despertar sobresaltado, con esa seguridad espantosa de que hay dos respiraciones en la noche, de que en la oscuridad laten más pulsos que el propio. Sí, se escuchaban pasos en la escalera. Pesadilla. Vuelta a dormir... No sé cuánto tiempo pretendí dormir. Cuando volvía a abrir los ojos, aún no amanecía. El cuarto olía a horror, a incienso y sangre. Con la mirada negra, recorrí la recámara, hasta detenerme en dos orificios de luz parpadeante, en dos flámulas crueles y amarillas.

“Casi sin aliento, encendí la luz.

“Allí estaba Chac Mool, erguido, sonriente, ocre, con su barriga encarnada. Me paralizaron los dos ojillos casi bizcos, muy pegados al caballete de la nariz triangular. Los dientes inferiores mordían el labio superior, inmóviles; sólo el brillo del casuelón cuadrado sobre la cabeza anormalmente voluminosa, delataba vida. Chac Mool avanzó hacia mi cama; entonces empezó a llover.”

Recuerdo que a fines de agosto, Filiberto fue despedido de la Secretaría, con una recriminación pública del Director y rumores de locura y hasta de robo. Esto no lo creí. Sí pude ver unos oficios descabellados, preguntándole al Oficial Mayor si el agua podía olerse, ofreciendo sus servicios al Secretario de Recursos Hidráulicos para hacer llover en el desierto. No supe qué explicación darme a mí mismo; pensé que las lluvias excepcionalmente fuertes, de ese verano, habían enervado a mi amigo. O que alguna depresión moral debía producir la vida en aquel caserón antiguo, con la mitad de los cuartos bajo llave y empolvados, sin criados ni vida de familia. Los apuntes siguientes son de fines de septiembre:

“Chac Mool puede ser simpático cuando quiere, ‘...un gluglú de agua embelesada’... Sabe historias fantásticas sobre los monzones, las lluvias ecuatoriales y el castigo de los desiertos; cada planta arranca de su paternidad mítica: el sauce es su hija descarriada, los lotos, sus niños mimados; su suegra, el cacto. Lo que no puedo tolerar es el olor, extrahumano, que emana de esa carne que no lo es, de las sandalias flamantes de vejez. Con risa estridente, Chac Mool revela cómo fue descubierto por Le Plongeon y puesto físicamente en contacto de hombres de otros símbolos. Su espíritu ha vivido en el cántaro y en la tempestad, naturalmente; otra cosa es su piedra, y haberla arrancado del escondite maya en el que yacía es artificial y cruel. Creo que Chac Mool nunca lo perdonará. Él sabe de la inminencia del hecho estético.

“He debido proporcionarle sapolio para que se lave el vientre que el mercader, al creerlo azteca, le untó de salsa ketchup. No pareció gustarle mi pregunta sobre su parentesco con Tlaloc1, y cuando se enoja, sus dientes, de por sí repulsivos, se afilan y brillan. Los primeros días, bajó a dormir al sótano; desde ayer, lo hace en mi cama.”

“Hoy empezó la temporada seca. Ayer, desde la sala donde ahora duermo, comencé a oír los mismos lamentos roncos del principio, seguidos de ruidos terribles. Subí; entreabrí la puerta de la recámara: Chac Mool estaba rompiendo las lámparas, los muebles; al verme, saltó hacia la puerta con las manos arañadas, y apenas pude cerrar e irme a esconder al baño. Luego bajó, jadeante, y pidió agua; todo el día tiene corriendo los grifos, no queda un centímetro seco en la casa. Tengo que dormir muy abrigado, y le he pedido que no empape más la sala2.”

“El Chac inundó hoy la sala. Exasperado, le dije que lo iba a devolver al mercado de la Lagunilla. Tan terrible como su risilla -horrorosamente distinta a cualquier risa de hombre o de animal- fue la bofetada que me dio, con ese brazo cargado de pesados brazaletes. Debo reconocerlo: soy su prisionero. Mi idea original era bien distinta: yo dominaría a Chac Mool, como se domina a un juguete; era, acaso, una prolongación de mi seguridad infantil; pero la niñez -¿quién lo dijo?- es fruto comido por los años, y yo no me he dado cuenta... Ha tomado mi ropa y se pone la bata cuando empieza a brotarle musgo verde. El Chac Mool está acostumbrado a que se le obedezca, desde siempre y para siempre; yo, que nunca he debido mandar, sólo puedo doblegarme ante él. Mientras no llueva -¿y su poder mágico?- vivirá colérico e irritable.”

“Hoy decidí que en las noches Chac Mool sale de la casa. Siempre, al oscurecer, canta una tonada chirriona y antigua, más vieja que el canto mismo. Luego cesa. Toqué varias veces a su puerta, y como no me contestó, me atrevía a entrar. No había vuelto a ver la recámara desde el día en que la estatua trató de atacarme: está en ruinas, y allí se concentra ese olor a incienso y sangre que ha permeado la casa. Pero detrás de la puerta, hay huesos: huesos de perros, de ratones y gatos. Esto es lo que roba en la noche el Chac Mool para sustentarse. Esto explica los ladridos espantosos de todas las madrugadas.”

“Febrero, seco. Chac Mool vigila cada paso mío; me ha obligado a telefonear a una fonda para que diariamente me traigan un portaviandas. Pero el dinero sustraído de la oficina ya se va a acabar. Sucedió lo inevitable: desde el día primero, cortaron el agua y la luz por falta de pago. Pero Chac Mool ha descubierto una fuente pública a dos cuadras de aquí; todos los días hago diez o doce viajes por agua, y él me observa desde la azotea. Dice que si intento huir me fulminará: también es Dios del Rayo. Lo que él no sabe es que estoy al tanto de sus correrías nocturnas... Como no hay luz, debo acostarme a las ocho. Ya debería estar acostumbrado al Chac Mool, pero hace poco, en la oscuridad, me topé con él en la escalera, sentí sus brazos helados, las escamas de su piel renovada y quise gritar.”

“Si no llueve pronto, el Chac Mool va a convertirse otra vez en piedra. He notado sus dificultades recientes para moverse; a veces se reclina durante horas, paralizado, contra la pared y parece ser, de nuevo, un ídolo inerme, por más dios de la tempestad y el trueno que se le considere. Pero estos reposos sólo le dan nuevas fuerzas para vejarme, arañarme como si pudiese arrancar algún líquido de mi carne. Ya no tienen lugar aquellos intermedios amables durante los cuales relataba viejos cuentos; creo notar en él una especie de resentimiento concentrado. Ha habido otros indicios que me han puesto a pensar: los vinos de mi bodega se están acabando; Chac Mool acaricia la seda de la bata; quiere que traiga una criada a la casa, me ha hecho enseñarle a usar jabón y lociones. Incluso hay algo viejo en su cara que antes parecía eterna. Aquí puede estar mi salvación: si el Chac cae en tentaciones, si se humaniza, posiblemente todos sus siglos de vida se acumulen en un instante y caiga fulminado por el poder aplazado del tiempo. Pero también me pongo a pensar en algo terrible: el Chac no querrá que yo asista a su derrumbe, no querrá un testigo..., es posible que desee matarme.”

“Hoy aprovecharé la excursión nocturna de Chac para huir. Me iré a Acapulco; veremos qué puede hacerse para conseguir trabajo y esperar la muerte de Chac Mool; sí, se avecina; está canoso, abotagado. Yo necesito asolearme, nadar y recuperar fuerzas. Me quedan cuatrocientos pesos. Iré a la Pensión Müller, que es barata y cómoda. Que se adueñe de todo Chac Mool: a ver cuánto dura sin mis baldes de agua.”

Aquí termina el diario de Filiberto. No quise pensar más en su relato; dormí hasta Cuernavaca. De ahí a México pretendí dar coherencia al escrito, relacionarlo con exceso de trabajo, con algún motivo sicológico. Cuando, a las nueve de la noche, llegamos a la terminal, aún no podía explicarme la locura de mi amigo. Contraté una camioneta para llevar el féretro a casa de Filiberto, y después de allí ordenar el entierro.

Antes de que pudiera introducir la llave en la cerradura, la puerta se abrió. Apareció un indio amarillo, en bata de casa, con bufanda. Su aspecto no podía ser más repulsivo; despedía un olor a loción barata, quería cubrir las arrugas con la cara polveada; tenía la boca embarrada de lápiz labial mal aplicado, y el pelo daba la impresión de estar teñido.

-Perdone... no sabía que Filiberto hubiera...

-No importa; lo sé todo. Dígale a los hombres que lleven el cadáver al sótano.

sábado, 15 de noviembre de 2008

RODRIGO MONTOYA ROJAS ;Hugo Blanco en la historia del Perú

17/10/2008

Article de Rodrigo Montoya Rojas
Publicat al diari La República
Lima, 13 de setembre de 2008
NAVEGAR RIO ARRIBA
HUGO BLANCO EN LA HISTORIA DEL PERU
Rodrigo Montoya Rojas
Fue detenido y puesto en libertad vigilada, otra vez, como tantas en el pasado, desde que la Federación de Campesinos del Cusco decretó, en 1961, la primera reforma agraria del país. Durante el gobierno de Belaunde se le abrió un proceso y estuvieron a punto de condenarlo a muerte. Recuerdo con nostalgia y cariño una jornada de lucha en París, en 1966, por la vida de Hugo Blanco presidida por Jean Paul Sartre y presentada por Mario Vargas Llosa. No pudieron matarlo pero fue condenado a 25 años de cárcel. Hizo lo justo el gobierno de Velasco Alvarado en darle libertad, pero se equivocó cuando le pidió que se convirtiera en funcionario del régimen. Luego, le tocó partir al exilio. Volvió y obtuvo la votación más alta de los candidatos de izquierda en la Asamblea Constituyente de 1979. Podría haber sido el gran líder de la izquierda pero la división fue más fuerte que la unidad y el propio Blanco prefirió ser sólo el candidato del entonces Partido Revolucionario de los Trabajadores, PRT. Después, fue diputado. Un eclipse era inevitable al dejar su espacio natural de organizador y líder de masas para lidiar en el parlamento con los viejos zorros de la derecha.
Siguieron algunos años de silencio cuando pasó por Chiapas, en México. De los zapatistas retomó el impulso para pensar en la política con armas nuevas. Ya no se trata de la simple lucha por la tierra sino de defender pueblos con sus propias lenguas, culturas, identidades, territorios, derecho de autodeterminación y autogobierno. De regreso a Cusco, se reencontró con el quechua que es su lengua preciosa de toda la vida y con los pueblos quechuas organizándose de otro modo. En una de las muchas veces que conversamos, me contó que volvía con humildad para ayudar y servir, no para ser otra vez el dirigente que fue. No se trata del reposo del guerrero sino simplemente de un cambio de puesto en lo que ha sido su trayectoria vital y política. Sigue siendo él mismo, desde su primer choque violento con la realidad como cuenta en un breve texto dando cuenta de su última detención:
¨Mi ligazón a este caso se remonta a mi niñez en Huanoquite, Paruro, Cusco, cuando recibí el impacto de la noticia de que el hacendado Bartolomé Paz hizo que se marcara con hierro candente en la nalga de un campesino indígena sus iniciales: BP. Naturalmente el señor Paz no fue detenido, eso no se podía hacer con una persona de respeto. Probablemente ese hecho marcó el sentido de mi vida. Ahora, su hijo, Rosendo Paz, heredero de la hacienda, arrebata las tierras del anexo Markhura de la comunidad indígena de Tantarcalla, habiendo inclusive instalado en ellas un corral que es utilizado para el depósito de ganado robado…”.
Recibe, querido Hugo, un hondo abrazo, lleno de gratitud por lo que hiciste y haces para que acabe de una buena vez el reino de los senores de la tierra y sus siervos. Despues de las tomas de tierras y las reformas agrarias, otro es el rostro del Peru.

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domingo, 2 de noviembre de 2008

CARTA DE MARIATEGUI A VALLEJO (14 DE OCTUBRE DE 1929)

Lima 14 de octubre de 1929

Querido y admirado Vallejo:

Me reconozco en deuda con Ud. Recibí su grata carta, escrita ya con el pie en el estribo para el gran viaje, y más tarde una postal. No le contesté entonces, incierto sobre su dirección y sobre la duración probable de su estada en la U.R.S.S. Después, en la ansiedad de conocer sus primeras impresiones, continue esperando noticias de Ud. Todo esto complicado con el enorme trabajo que sobre mi pesa, privándome del placer de ser puntual en mi más cara correspondencia.

Hoy, renunciando a la satisfacción inmediata del deseo de escribirle largamente, quiero hacerle llegar cuatro lineas que reanuden nuestro interrumpido dialago. Necesito recibir, con su respuesta una o dos direcciones de Ud. No me fio de la del consulado y veo en un periodico de Cajamarca que Ud. mismo no la recomienda a sus corresponsales. A la dirección señalada en su carta a ese periodico - 11, Avenue de l´Opera - le hemos dirigido últimamente "Amauta" "Labor" y dos pequeños libros que tenía encargo de adjuntarle a nuestro primer envío. Al consulado le dirigí hace meses, con ejemplares de "Amauta", un ejemplar de mis "7 ensayos". Espero que compliesen con entregarle este paquete que expedimos certificado.

Como no habrá dejado de informarle nuestro querido Eudocio, a un activo trabajo de definición ideológica, en el que hemos hecho justicia resuelta de todas las fórmulas baratas y de todos las posiciones equívocas del confusionismo criollo, ha seguido - o acompañado - por nuestra parte una labor seria y constructiva de organización. El editorial del Nº17 de "Amauta" fijó nuestra posición frente a la desviación aprista. El acuerdo de 7 de octubre del 28, dio un carácter formal, creó el organismo realizador de nuestra orientación. De entonces a hoy, no hemos cesado de avanzar en esta labor, contra las dificultados a que nos condena la vigilantes hostilidad policial y nuestra pobreza. Ultimamente, hemos sufrido una grave pérdida. "Labor", que había reunudado su publicación, y que precisamente con su Nº10 habia alcanzado una cifra de circulación que estabilizaba su existencia, ha sido suprimida por el gobierno. Notificado por la policia que su publicación quedaba terminantemente prohibida, en momentos en que debía aparecer el Nº11, reclamé al Ministerio de Gobierno. Obtuve también dela Asociación Nacional de Periodistas, ante la cual plantee concretamente la cuestión de la libertad de prensa, que hiciera por su parte una gestión ante el Ministerio. Pero la respuesta del Ministro es hasta ahora rotundamente negativa. Hemos ganado, sin embargo, una comprobación : la de la solidaridad de las organizaciones obreras y campesinas. Las más importantes de éstas, han acordado apoyar nuestra demanda ante el Ministerio. Hasta de comunidades indigenas del centro, nos llegan copias de protesta y de memoriales al Ministerio pidiendo la reconsideración de la orden dictada contra "Labor". Con este apoyo, no cejaremos. Esperamos que, pasada la ráfaga de zozobra y represión que ha seguido al supuesto y represión que ha seguido el supuesto o efectivo descubrimiento de una conspiración en el ejercito, se reconozca nuestro derecho a mantener "Labor". Posteriormente, el 3 del pte., habiendose la policia dado cuanta de la existencia de un manifiesto de la Confediración General de Trabajadores del Perú, vino a mis casa, después de haber visitado a la imprenta, para notificarme de que ese manifiesto no debia notificarme de que ese manifiesto no debía circular. Respondí que no tenía poder alguno para impedirlo y que no se podia prohibir la circulación de algo que había circulado ya en todos los centros de trabajo de Lima y el Callao y aún en provincias. ( Efectivamente el 9 llegaba "Noticias" de Arequipa con un amplio extracto del manifieto y "Los Andes" del Cerro de Pasco con la primero parte). Sin embargo se comunicó a la imprenta que quedaba prohibida la impresión de cualquier papel mío o de los obreros.

Ya debe Ud. tener noticia de la detención de Paiva, que continúa en la isla. El 12 de se detuvo a otro compañero. Pompeyo Herrera, uno de los editores de "Vanguardia", uno de los editores de "Vanguardia" periodico de la juventud socialista de San Marcos. El 12 se detuvo a otro compañero. Pompeyo Herrera, uno de los editores de "Vanguardia", periodico de la juventud socialista de San Marcos. Y el mismo 12, en la mañana, con refinado oportunismo leguiísta, "La Prensa" comentaba editorialmente el Manifiesto de la CGTP, declarandolo digno de atención, bien fundado en muchas partes, y sobre todo coincidente con el espiritu de "bien entendido socialismo" del regimen. Esto, cuatro días después de que la policia había tratado de secuestrar toda la tirada, con inverosímil retardo.

Sé que Haya, en más de una carta atribuye a rivalidades personal, todo la desaprobación de su rumbo oportunista y caidllesco en que hemos coincidido los elementos más responsanbles y autorizados de nuestro movimiento. A un obrero Manuel Zerpa, le escribió acusandonos de "divisionismo". Se qué el obrero, con seguro instinto clasista, a pesar de sus simpatia personal por Haya, le respondió que no había que termer ningún divisionismo si él disolvia definitavamente el Apra y se adhería disciplinadamente a nuestro P.S.

Seguiré escribiéndole en breve. Estas líneas se proponen sólo establecer una correspondencia regular con Ud. Reclamo su colaboración en "Amauta". A Bazan, le ruego decirle que escribe a "El Mundo" reclamando, si aún no le han girado el valos de sus articulos. A mi me han dicho, que los han hecho ya. Que mande algunos articulos para "Bien del Hogar". Le pagarán Lp.10 por artículo. Puede dirigirlos a María Wiesse. De Ravines hace meses que no tengo noticias. le he escrito varias cartas, las ultimas con la indicación de que aplace un poco su regreso.

Trabajamos intensamente. Es para nosotros una gran alegria, saber que hombres como Ud. como Eudocio y como los otros compañeros de París colaboran en la misma empresa. Mientras me sostenga la solidaridad de grupos como ese, y como los que componen ya nuestros cuadros de provincias, no cejaré en el empeño de dar vida a un partido de masas y de ideas de toda nuestra historia republicana.
Fraternalmente lo abraza su devotísimo amigo y compañero.


em>José Carlos Mariategui.
P.D.- Me avisan al cerrar esta carta que Pompeyo Herrera está ya en Libertad. V: