Entrevista/Crónica
Juan Cristóbal. La
última “canción” de un poeta.
Por Giuliana Catari:
Tras
más de 50 años dedicados a la producción literaria y luego de publicado su último
poemario “Desde una aparente serenidad”, el audaz y controversial poeta Juan
Cristóbal reafirma su retiro de la poesía, teniendo en su haber elogiosos poemarios como: “El Osario de los
Inocentes”, “Estación de los desamparados, “La isla del Tesoro”(al alimón con
Jorge Teillier), “Los rostros ebrios de la noche”, “En
los bosques de cervezas azules: Antología 1971-1999”, entre otros.
En
esta última entrevista, el vate peruano y Premio Nacional de Poesía nos
recibe en la tranquilidad de su casa para conversar sobre la poesía, producción
literaria y su despedida del campo lírico.
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Eran
cerca de las tres de la tarde y aún no atinaba con la dirección de su casa. La
inquietud y mis ganas de conocerlo intentaban
jugarme un desliz para este tertulia literaría. Sin embargo, este albur del
destino no impediría mi camino por las estrechas calles de Magdalena, como testigos fieles del encuentro con uno de los
más grandes poetas de la generación del 60. A
pocos metros de la avenida, me esperaba
Juan Cristóbal. Me sentí afortunada.
Ingresé
en la pequeña sala. La habitación rodeada de cuadros del Che Guevara,
fotografías familiares y literarias y el
sonido de las palomas revoloteando sobre el tejado de una tarde limeña creaban
la atmósfera necesaria para el inicio de nuestra conversación.
Poesía y generación
De
entrada la pregunta crucial que sobrevuela mi interés sobre su labor literaria era
conocer el significado de la poesía para el vate peruano: “Es una síntesis, una
posibilidad de encuentro con el inconsciente”, me responde. “Una interacción
compleja de lo interno y de relación con los problemas sociales”. Según Juan
Cristóbal la definición implicaba múltiples puntos de vista, dependiendo de
cómo cada poeta lo asimile en una forma de vida.
En
cuanto refiero mi pregunta sobre la generación de poetas del 60, JC esboza una leve sonrisa pues son pocos los
poetas que considera en este grupo, destacando la figura de Juan Ojeda como
alguien consecuente y de convicción: “Recuerdo que aunque la crítica de
entonces no lo reconocía como tal -pues no formaba parte del poder cultural
como Hinostroza, Marco Martos o Cisneros- la compañía y reconocimiento de algunos
amigos como el poeta Julio Nelson, entre otros, nos permitió establecer una
amistad más cercana. Él murió muy joven
pero demostró siempre entereza por la poesía en la vida y eso es algo
que no se puede olvidar”, dice JC.
Los rostros ebrios de la noche
Este
poemario que le valió un Premio Copé en 1997 representa no solo un galardón en
su poesía sino una etapa importante de su vida: “Con este libro inicio un
marcado distanciamiento con el surrealismo no solo por el lenguaje sino también
por los tres factores que influyeron con
la realidad de mi vida: Primero, por el tiempo que estuve en prisión y conocí a
mi esposa; segundo, por la militancia política de izquierda; y tercero, porque
me acerqué a una realidad muy triste y dura”, nos dice el poeta. El poemario
conlleva un lenguaje marginal y de sentido colectivo, donde el poeta confiesa
haberle reprochado a la poesía sobre su realidad y su aparente conformismo con
la sociedad. Un enfrentamiento visceral que trasciende al mismo lenguaje poético
y que reclama la voz de estos personajes que transitan en la clandestinidad y se descubren a través de la experiencia del
poeta.
A
propósito de esta experiencia el vate recuerda una anécdota: “Caminaba una de
esas noches por la Avenida La Marina con ganas de beber una cerveza con
alguien, cuando me encuentro con unas de estas “muchachas” y la invito a beber
conmigo, pero le aclaro que solo esa es mi intención y no quiero otra relación.
Ella me acepta y empezamos a conversar, le pregunto si alguna vez pensaba dejar
este trabajo, ella no se inmuta y responde que sí, le gustaría tener una familia y empezar otra
vida, pero que no era fácil pues tendría que tratarse con un psicólogo y eso
implicaba muchas cosas”. La lucidez de la muchacha me impactó y ayudó mucho en
mis reflexiones posteriores sobre la
calle y la realidad. Por eso: “A diferencia del
grupo “Hora cero” que también denota un lenguaje popular, en ese libro busco la
profundidad de lo cotidiano y lo marginal hasta encontrarme con esa realidad
desconocida sin afanes de postura superfluas”, agrega el poeta.
Periodismo, testimonio y política
Todos
murieron” de 1987 es uno de los libros
de corte periodístico en la que JC hace un análisis del genocidio” sucedido en
los penales del Frontón. Este libro se constituye como una fuente testimonial de
la violencia de la época y a partir de ello complementará con su poesía. “Creo que el
escritor como ser humano es un ciudadano que tiene responsabilidades no solo con la poesía sino con la sociedad”,
afirma el poeta.
Después
de aquella frase comprendí mejor la
importancia de la posición ideológica que debe tener un poeta o individuo con
su realidad. JC como militante socialista no escatimaba sus convicciones políticas
sobre el panorama político del Perú: “En
el Perú solo existen dos grupos de izquierda: la seudo – izquierda representada
por una burocracia nacionalista, mientras que la segunda es una lucha
revolucionaria constituida por la
violencia y barbarie de los tiempos. Es decir, aún no existe una fuerza de
izquierda que represente al Perú y siga creyendo en el socialismo”, sostiene con energía.
Jorge Teillier y “La isla del Tesoro”
El
apellido Teillier suena en la voz del poeta peruano como el canto de un
jilguero en madrugada. “Era un hombre muy culto, tierno e inteligente”, indica
el poeta. El recuerdo lo invade y la mirada se pierde en los ojos cansados de
la belleza de la infancia.
La
relación de JC con el poeta chileno fue
de vital importancia para su vida y poesía pues desde que se conocieron en 1965
encontraron muchas afinidades literarias. De allí el surgimiento de un
extraordinario poemario epistolar “La Isla del Tesoro”, una serie de
correspondencias construidas durante 30
años y que por las circunstancias hostiles que vivieron ambos poetas, lo
hicieron a manera de códigos filibusteros y de piratas. La trascendencia de
este poemario era porque escapaba de lo personal a lo literario y lo político: “Por eso
gritamos, como caballos desbocados en el viento: ¡Vivan las lágrimas lentas de
los pobres! ¡Abajo las retamas y los resplandores morados del infierno!”.
Le
comento a JC sobre Los poetas de los
lares, un ensayo de Jorge Teillier
que propone una visión desmitificadora de la poesía chilena y busca ir más alla del yo romántico poético -como Huidobro, Neruda y Pablo de Rokha- e intenta que seamos observadores simples del
universo. Una visión que JC también comparte pues para él ese lenguaje nos
acerca a la realidad. “El lenguaje
poético de Teillier es coloquial, sin
dejar de ser elegante pues no utiliza la jerga sino el habla de los seres
anónimos, donde la voz cotidiana contiene también una esencia poética”,
Libros, momentos y poesía
En
este punto del diálogo, JC se lleva las
manos al rostro y los frágiles dedos acarician la barbilla blanca del poeta con
ligera incertidumbre. La cuestión de definir
cuáles eran los textos vitalicios en la
etapa de su poesía implicaba resumirla -mas no reducirla- a cuatro momentos que
él considera: El primero sería “Osario de los Inocentes” por el despliegue del
lenguaje surrealista; mientras que “La Isla del Tesoro”, “Poblando los
Silencios” y “Desde una aparente serenidad” constituyen lo real, el sentimiento
de la muerte y la nostalgia del futuro en
el arte poética del autor.
Desde una aparente serenidad (Lima, Tribal,
2014)
El
título del poemario sugiere una leve ironía del libro desde el espacio del
poeta y su mirada, asi como la distancia desde la que ahora me observa en el
sillón de madera: “Mi decisión de esta despedida se resume en este poemario,
como parte de un viaje interior de más de 50 años, una reflexión que apunta a
un espacio más para con mi familia, mis nietos, la vida que algunas veces no
pude disfrutar”, dice el poeta. Sus palabras se aligeran de la carga de los
años y transmite la lucidez de quien no reclama volver al pasado sino recordarnos
esa nostalgia.
Esta
última publicación va dedicado a Juan Gonzalo Rose, poeta que tuvo mucha
influencia como Teillier en su adscripción poética y está llena de reflexiones
íntimas y de sentido colectivo, que apelan a la memoria, la incertidumbre como
una forma de conocimiento y se convergen en la lucidez de su experiencia como
lo dice uno de sus versos: “un poeta/no es el que escribe como un naúfrago
salido de un sueño(…), sino el que puede decir/(…)”no conozco la muerte/pero
abro todas mis puertas y ventanas/para estampara firmemente mi estrella”
Entre
otros poemas de libro existe uno denominado “Póstumo”, una revelación que
acompaña al poeta desde el 2011 y que sin embargo perdurará en la posteridad de
los días.
Confesión
Las
horas pasan y el silencio de las palomas indican el sonido morturio del tiempo.
Esta última palabra me remite a la variable condicional: hubiera…JC lo sabe
perfectamente, por eso cuando le pregunto sobre qué le hubiera gustado ser, me responde con voz
trémula: “Mi anhelo era ser guerrillero, pero me faltó más entereza”. Confiesa
también si tuviera algo qué mejorar en
su vida, sería el de ser un mejor hombre, padre y esposo”. Un deseo que probablemente logre con el
pasar de los años así como con la sensatez con la que ha llegado hasta ahora.
Sé
que mi retiro se aproxima por el advenimiento de las sombras. Guardo la cámara
de video en su estuche, no sin antes despedirme con esa imagen precisa que le atribuyó el poeta chileno Jorge
Teillier a Juan Cristóbal en un poema: la de “Leyenda” porque en ese entonces
el seudónimo de nuestro vate peruano aún
no tenía mucho reconocimiento, pero que en palabras sabias del mismo Teillier,
le dijo: “tu nombre en la posteridad sería Leyenda”. Un vaticinio con el que
todos coincidimos.