De: CÉSAR FERNÁNDEZ <dedunp@gmail.com>
Asunto: Tres artículos de Augusto Álvarez Rodrich, Nicolás Lynch y Julio Carmona: sobre Alas Peruanas
Para:
Fecha: martes, 8 de diciembre, 2009 08:38
¿Y cómo lo hace? ¿Cuál es el negocio?
Por Augusto Álvarez Rodrich
El intríngulis del modelo de negocio tipo Alas Peruanas.
Escuchar al congresista José Vargas responder ayer sobre el viaje con su esposa que, con otros apristas, realizó a Finlandia, con cara de '¿y qué hay de malo?', refuerza la sensación de que el problema ético en la política peruana es más profundo de lo que usualmente se cree.
Mejor hubiera sido una autocrítica del tipo 'lamento haber cedido a la tentación de un viaje que no podría pagar, reconozco el error, no he asumido ningún compromiso con Alas Peruanas, estoy dispuesto a que se verifique mi desempeño pasado y futuro en relación con cualquier decisión que beneficie o perjudique al que me pagó el viaje, y de ahora en adelante me comprometo a ser mucho más cuidadoso con estas invitaciones'.
En cambio, la respuesta ofrecida implica frescura del tipo 'a estas alturas a mí ya no me importa nada', o –peor aún– desconocimiento del problema ético que enfrenta el país por la infiltración –en extensión todavía desconocida– de una universidad con un extraño y sinuoso modo de relacionarse.
El Padrino de Mario Puzo establecía relaciones con sus ahijados en las que ofrecía favores sin solicitar una retribución inmediata pero, si alguna vez esto era requerida, había obligación de acatar o, de lo contrario, usted ya se sabe lo que pasaba.
Que algo extraño podría estar pasando con la UAP lo ha revelado, casi sin proponérselo, la congresista Martha Hildebrandt, quien ayer comentó en RPP que, a pesar de que su rector Fidel Ramírez le ha tirado arroz tres veces a la Comisión de Educación, no asistiendo a las citaciones, es difícil hacer algo porque parece que no se le puede tocar ni con el pétalo de una rosa.
Es obvio que es difícil hacerlo con alguien tan generoso con tanta gente, incluyendo congresistas, jueces, ministros, periodistas, Palacio de Gobierno y, en fin, solo Dios sabe con cuántos, lo que podría explicar por qué puede funcionar con permisos temporales, sin supervisión y desairar al Parlamento.
Esto no parece una novedad, sino un modelo de negocio ya conocido en el país. Véanse, por ejemplo, las fotos recién difundidas por IDLradio, en las que el ex rector de la Universidad San Martín de Porres y hoy ministro de Educación José Antonio Chang aparece firmando convenios con varios mandos militares, autoridades e integrantes de la judicatura de los años noventa que hoy están procesados por corrupción.
Quizá sería interesante que IPAE convoque al CADE 2010 a algunos de estos amautas a una mesa redonda denominada '¿Y cómo lo hace? ¿Cuál es su secreto?' para que nos ofrezcan su testimonio valioso, con carácter de confesión sincera, sobre cómo se hace empresa y universidad en el Perú del siglo XXI.
Cerrar el 882
Por Nicolás Lynch
Pocas veces estoy de acuerdo con lo que dice o propone Mercedes Cabanillas en el terreno educativo. Pero no puedo sino saludar la iniciativa que ha tenido de presentar un proyecto de ley para terminar, aunque sea por el momento, con la creación de universidades privadas con dueño o universidades-empresa, que proliferan a partir del Decreto Legislativo 882 de 1996, brulote que emitiera la dictadura fujimorista, para supuestamente "promover la inversión privada en la educación". No sé si esta iniciativa tendrá alguna relación, buena o mala, con su viaje a Finlandia pagado por Alas Peruanas, pero ello no quita lo positivo de que el asunto se ponga en debate.
El caso es que a la sombra de este DL 882 se han creado alrededor de 50 universidades, la mayoría de las cuales difícilmente pueden tener el nombre de tales, a tal punto que un columnista como Mirko Lauer las ha calificado de "tugurios académicos" y el propio presidente García, tal como recogió hace pocos días este diario, ha señalado que se han creado universidades como si fueran fábricas de zapatos, sin tener en cuenta la calidad de las mismas.
Hasta el propio CONAFU, la entidad que autoriza la creación de estos centros y que ha actuado con extrema largueza al respecto, se queja y dice que sus funciones han sido usurpadas en buena medida por jueces que en dudosas sentencias terminan siendo ellos los que autorizan el funcionamiento de las universidades. El caso es que en este ping-pong en el que se discute quién es más incapaz que el otro, nos hemos llenado de instituciones indeseables cuyo daño está a ojos vista.
Quizás la falla del anteproyecto para cerrar el DL 882 sea que le da al propio CONAFU la facultad de evaluar las universidades creadas y de señalar los estándares para la creación de futuros centros de este tipo. Si el CONAFU ya ha hecho tanto estropicio, sería mejor olvidarnos de él y convocar a una comisión de expertos, sin intereses creados en rectorías o vicerrectorías, para efectivamente evaluar a los ahora calificados de tugurios y ver qué se puede hacer hacia delante.
Ojalá que todo no siga siendo malas noticias sobre la universidad peruana y aunque sea se apruebe un proyecto como este que empieza a distinguir entre comerciantes y académicos.
¿Y eso cómo se come…?
Por Julio Carmona
Alan García comenzó su actividad política generando cierto asombro por su oratoria. Pero ésta –como ocurre con toda retórica formalista– devino redundante y hasta cacofónica: el mismo tono, la misma pose y la misma adjetivación. Pero todo esto fuera venial y no mortal, como lo es, si no hubiera degenerado en empalagosa cantilena, en insustancial perorata y hasta en vacuidad inane.
Nadie que padeciera su primer gobierno puede decir que éste no estuvo saturado de escándalos, que eran agravados (y no atenuados como fue la intención) por los balconazos, que, en realidad, fueron el Waterloo de su oratoria. Hogaño, quienes se ilusionaron con un posible cambio, lo único que han visto cambiar es el nombre de los escándalos, llamados ahora "escandaletes". Pero también resulta que después de cada escándalo sale el orador de marras a insultar a los involucrados, con un vocabulario digno de cualquier malandrín suburbano. Él piensa que de esa manera "toma distancia" del escandalete y de los escandalosos. Cuando lo que propicia son ganas de decirle: ¿Por qué no te callas? Veamos el más reciente: La Universidad Alas Peruanas.
Es un escándalo en que el Presidente debería haber reservado su opinión; pero el fallido proyecto de estadista se cree en la obligación de despotricar con el vocabulario ya consabido. Y cuál es la solución que propone: Que se investigue a todas las universidades. Y es obvio que cuando se dice busquen en todas las casas, queda en suspenso la señalada en falta. Y, más bien, esa "solución" nos trae al recuerdo la nefasta política antiterrorista aplicada por el primer García: Si se tiene la sospecha de que en ese pueblo hay un terrorista, pues eliminen a todo el pueblo. Y ordenó la masacre de Cayara. Y no menos diferente fue lo ocurrido en las cárceles en 1986: Se sospecha que las órdenes de atentados terroristas las dan los líderes que están en esas cárceles, pues entonces hay que matar a todos los que están allí.
Con esa lógica –continuada por Fujimori– lo más probable es que se hubiera controlado considerablemente el aumento poblacional. Pero de ninguna manera, el descontento popular. Porque éste reclama soluciones racionales y no discursos irracionales que degeneran en bestialidad.
En mis épocas de estudiante universitario, escuché decir de Haya de la Torre que sus correligionarios, pasmados con sus discursos, decían: ¡Qué bien que ha hablao el Jefe! ¿Y qué ha dicho? No sé, pero ha hablao muy bien. Ahora se puede decir: ¡Qué buena escuela ha dejao el Jefe!
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