martes, 26 de enero de 2010

Rv: [foro_centenario] Sobre el Coronel Caamaño y José Lalane" por Hamlet Hermann



--- El lun, 25/1/10, Gustavo Pérez Hinojosa <gperezhinojosa@gmail.com> escribió:

De: Gustavo Pérez Hinojosa <gperezhinojosa@gmail.com>
Asunto: [foro_centenario] Sobre el Coronel Caamaño y José Lalane" por Hamlet Hermann
Para: foro_centenario@yahoogroups.com, "Generación Resurgimiento" <generacion_resurgimiento@yahoogrupos.com.mx>, "UNIVERSIDAD SOCIALISTA JOSE CARLOS MARIATEGUI" <uspjcm@gmail.com>, "Cátedra ERNESTO CHE GUEVARA" <catedracheperu@hotmail.com>
Fecha: lunes, 25 de enero, 2010 10:35

 

Hamlet Hermann, Premio Nacional de Literatura, habla sobre Caamaño y Lalane: "Treinta años atrás"

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www.historiadominic ana.com.do, reproduce para sus lectores una parte del escrito de Hamlet sobre Lalane José "El Fiero".  Alejandro Paulino R.
Cuando el coronel Caamaño trató de acercarse a Lalane, el compañero herido, su fusil no estaba en condiciones de disparar. El arreglo que trató de realizar no había sido completado cuando el sorpresivo ataque comenzó. No pudo llegar hasta su compañero y recuperar el arma al ser herido en una pierna. Fue capturado con una lesión leve y llevado junto con Lalane hasta las cercanías del camino maderero. En ese momento el jefe guerrillero le pidió al oficial que comandaba el pelotón que atendiera al compañero herido. Le explicó que aquel era el mejor hombre de la guerrilla y que podría servir mucho a la patria todavía. Se hacía evidente en él que veía al teniente Almonte Lluberes con la óptica que tenía sobre sí mismo. Pensaba en que debían respetarse los acuerdos sobre prisioneros de guerra, o por lo menos, tener sentimientos humanos hacia los derrotados. Y así fue.
El teniente envió al sargento Farías a avisarle al Comandante del Batallón de Cazadores sobre la captura del jefe guerrillero. No habían podido transmitir el aviso por la vía radial porque las baterías del radio se habían gastado dadas las comunicaciones permanentes que sostuvieron con la jefatura durante la persecución de los guerrilleros. El Sargento encontró en el camino al capitán "Macho" Mejía y le informó sobre la captura de Caamaño. El oficial inició a seguidas una comunicación radial diciendo:
 
"A todas las águilas, a todas las águilas, aquí el capitán Mejía. Tengo al caco mayor..."
y entonces corrigió:
 
"...al coco mayor, al coco mayor y dos heridos."
 
El pelotón iniciaría su descenso de la loma luego de confirmar que el mensaje había sido recibido por la jefatura de operaciones.
 
Mientras se disponían a avanzar, un soldado del Batallón de Cazadores se quedó junto al cadáver de Lalane. De sus botas quitó los cordones de nylon y con ellos mismos lo ahorcó. Otro de los soldados despojó al cadáver del reloj que portaba y otro más le despojó del "sweater", sólo que éste último tuvo que quitarle primero el cordón con el que lo habían asfixiado para apoderarse de esa prenda de lana.
 
Descendiendo por el camino del aserradero, la comitiva que llevaba al prisionero se encontró con un jeep en el cual iba el general Beauchamp Javier. A partir de ese momento, él se haría cargo de Caamaño. El jefe guerrillero sería montado en la parte trasera del jeep en el que lo llevarían hasta el poblado de Nizaíto donde se había instalado un comando avanzado del Estado Mayor desde la noche anterior. Nadie más se acercaría al prisionero hasta que las órdenes llegaran desde el Palacio Nacional de Santo Domingo. Recibida la noticia, en el recinto presidencial surgió primero la incredulidad, luego la duda para entonces llegar al total regocijo cuando se confirmó la veracidad de la información.
 
A las 3.15 p.m. arribó a Nizaíto un helicóptero desde Santo Domingo. En él viajaban el contralmirante Ramón Emilio Jiménez Reyes, Secretario de las Fuerzas Armadas, el general Enrique Pérez y Pérez, jefe de Estado Mayor del Ejercito Nacional y el comodoro Francisco Amiama Castillo, Subsecretario de las Fuerzas Armadas. Su misión sería la de transmitir al general Beauchamp Javier la orden que desde la presidencia de la República les había sido dada. Cumplida esa parte de la misión, pidieron ser llevados hasta el lugar del combate de ese día para, aparentemente, eludir el proceso de traslado y de ejecución del prisionero. La coartada les permitiría alejarse del lugar. Se instruyó al coronel Héctor García Tejada para que se hiciera cargo del prisionero. El oficial superior se hizo acompañar en su misión del teniente Almonte Castro y del cabo Martínez, del Batallón de Cazadores, quienes llevaron al coronel Caamaño hasta un lugar cercano donde esperaban emboscados unos soldados. Al llegar al punto señalado, el coronel García Tejada instruyó al teniente Almonte Castro para que se alejara del prisionero.
 
Es entonces cuando Caamaño sé da cuenta que el momento ha llegado y grita:
-¡Ah, entonces me van a matar! Viva Santo Domingo libre, coño!
García Tejada empujó a Caamaño para separarlo de ellos y entonces tronaron los fusiles de los soldados que estaban escondidos en el lugar. Luego el cadáver recibiría el tiro de gracia que aseguraría el ritual del crimen.
 
Aproximadamente a las cuatro de la tarde la tranquilidad del área fue interrumpida cuando se sintió una inmensa cantidad de disparos, no como en combate, sino como en un día de año nuevo. Ráfagas continuas, "en manguera", prolongadas hasta el agotamiento de los cargadores que parecían ser repuestos de inmediato para continuar con la celebración. El significado era evidente: la tropa había sido informada sobre la eliminación del coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó.
 
Los que le quitaban la vida mostraban su impotencia con ese hecho. La reacción del pueblo dominicano cuando la noticia fue dada a conocer en la noche del viernes 16 de Febrero de 1973, quedó patentizada en un párrafo del conservador periódico El Caribe fechado el día siguiente donde se decía:
 
"El movimiento comercial, de peatones y de vehículos era casi nulo anoche en Santo Domingo, después que las Fuerzas Armadas anunciaron que habían dado muerte al ex coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó. Al conocerse la noticia, los habitantes de Santo Domingo se retiraron a sus hogares y solo se dedicaban a escuchar la radio y mirar programas de televisión. Los salones de diversión suspendieron sus funciones".
 
Aquel comportamiento espontáneo de duelo de la capital del país sólo podía expresar una cosa: Caamaño vivía en el corazón del pueblo dominicano.
 
(Tomado del libro "Francis Caamaño", Editora Alfa y Omega, 1983, En: www.lainsignia. org, 16 de febrero del 2003). Fuente: Clave Digital, Viernes 24 de Abril del 2009.
 
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