sábado, 29 de mayo de 2010

“Quiero descubrir el placer de morir”

Armando Robles Godoy


A propósito de la reciente reedición de su novela Veinte casas en el cielo, Armando Robles Godoy habla sobre los temas que le fascinan: la sexualidad, la literatura, el cine y la muerte inexorable. A sus 85 años, Robles sigue lanzando ideas y frases provocadoras.



Por: Raúl Mendoza

Armando Robles Godoy vive en un departamento de Miraflores con su esposa Ada y su hija Delba. Cuenta que en una colección de historia sobre personajes peruanos –que él guarda en su biblioteca– lo definen como "el cineasta peruano con más premios literarios, y el escritor con más premios de cinematografía". A sus muchos años todavía camina erguido, habla con voz fuerte y clara, y sigue tan lúcido como siempre. Tiene tres obras literarias concluidas y espera verlas publicadas antes de que la película de su vida llegue a su fin.

–A los 85 años, ¿cómo se siente?

–Mi espíritu sigue tan joven como siempre. Pero ya soy un adulto mayor, aunque no me siento en absoluto así. Al contrario. Soy atleta, practiqué básquetbol y natación, y como además no tengo ningún vicio, me siento físicamente sano.

–¿Qué es lo que está haciendo ahora?

–Desde hace tres años estoy casi íntegramente dedicado a la literatura, a todos sus géneros, sin dejar la enseñanza de la cinematografía. Dicto talleres. Y como es una enseñanza poco activa trato de caminar lo más posible y a veces hasta corro un poco.

–Usted afirma que el ser humano es polígamo por naturaleza. ¿Cómo conjuga eso con más de 50 años de casado?

–Según el diccionario, ‘monógamo’ es quien solo tiene una esposa. Así que éticamente soy monogamísimo porque no he tenido más que una esposa. Ahora la otra cuestión, la de la naturaleza, esa va por su cuenta.

–No quiere responder sobre eso.

–Como tú o como cualquier ser humano, soy polígamo por naturaleza. El que ceda o no a esa naturaleza, ya es otro tema.


–También dice que los humanos somos los únicos animales eróticos.

–El hombre tiene una característica que no tienen las demás especies, y es la creatividad. Esa capacidad en relación con el sexo convierte la sexualidad, que es la máxima fuente de placer del ser humano, en un arte. Ese arte es el erotismo. Ahora, el problema es que muchas veces se asocia el erotismo con el amor.



–Y no están asociados.

–No tiene nada que ver. No necesariamente van juntos. Tú puedes tener la mejor experiencia sexual de tu vida con una enemiga de mierda a la que después inclusive la matas. O te mata (risas).

–Siempre se ha hablado de la pacatería limeña. ¿Somos unos reprimidos?

–No creo que seamos reprimidos. Somos hipócritas, pero no reprimidos. No hacemos mucha bulla y cerramos la puerta para que no se oigan los gritos orgásmicos.

–Pero sí somos un poco moralistas.

–La moral inventa el pecado ¿Pero qué cosa es el pecado? Es ir contra la naturaleza. Y en el tema sexual no se dan cuenta de que lo natural es la poligamia. Para no ir contra la naturaleza se debería uno tirar a quien sea. Pero la moral ha convertido en legítima la monogamia, con la cónyuge, para toda la vida.


–Usted nunca ha tenido problemas con lo que dice, no les tiene miedo a las palabras.

–Es que eso sí me parece una cojudez. Las palabras se han inventado para decirlas, no para guardarlas. Decir ‘vete a la eme’ en vez de ‘vete a la mierda’. O decir ‘caracho’, en vez de carajo. La riqueza del vocabulario es también la riqueza del pensamiento.

–¿Siempre fue tan franco?
–No fue una actitud muy precoz, felizmente. Porque yo nací y viví los primeros años en una dimensión social donde había más pacatería que ahora. Ahora el idioma se ha soltado. El otro día estaba conversando con Marco Aurelio Denegri sobre quién fue la primera persona que soltó un ‘carajo’ o ‘mierda’ por televisión. Y creo que he sido yo. En las conferencias tampoco tengo problemas.

LA LITERATURA , EL CINE
–Acaban de reeditar su libro Veinte casas en el cielo

–Después de 50 años. Mi hija Marcela me dijo ‘qué te parece si buscamos una segunda edición, porque todos los que han leído la primera edición ya han muerto’. Lo que atrajo a la editorial Mesa Redonda era que el libro tenía dos características: una era los 50 años entre la primera edición y la segunda, y dos, el hecho de que el autor estaba vivo todavía. Así nació esta segunda edición, corregida.

–Existen editoriales jóvenes, como la que editó su libro. ¿Por qué a pesar de ese esfuerzo se sigue leyendo poco en el Perú?


–No sé por qué se lee poco. Pero lo que se debería hacer es poner el libro al alcance de la gente como lo hizo en su momento Manuel Scorza con los Populibros. Si la gente puede comprar un libro, lo hace. Pero si el libro cuesta 40 a 50 soles, la culpa es del gobierno.

–El nivel cultural del país está por los suelos.

–Bueno, creo que entre la cultura y la incultura hay la misma brecha que entre la riqueza y la pobreza en el Perú. El Perú debe estar en los primeros lugares entre los países en que la separación es tan amplia.


–¿Tan mal ve al Perú? Dicen que estamos creciendo...

–Soy un enamorado del país, amo al país como abstracción, como entidad viva, lo que me jode son los peruanos (risas).

–¿Qué piensa de nuestro presidente?

–Si me refiero a un campo que conozco, que es el de la cultura, Alan García, a quien he tratado, es una persona cultivada. Creo que debió estar más abierto a la dimensión cultural, pero no la ha desarrollado.

–Su última película Imposible amor no ha podido estrenarse.

–Porque a los exhibidores no les dio la gana. Hay una ley de cine vigente, promulgada, pero fue mal reglamentada. No hay el fomento real que se buscaba tratándose de un lenguaje que es el lenguaje por excelencia hoy día, porque la lectura ya no lo es.
–¿Qué pasó con la película?
–La terminé, la exhibí en reuniones, en algún cine club. Pero no se exhibió en cines (comerciales) porque la ley está sometida a la libertad de comercio. El poder económico del cine norteamericano es grande. Es un monopolio de facto en el cual las grandes empresas productoras son también las grandes empresas distribuidoras.



En los años 50, en la selva peruana, con su esposa Ada, sus hijas y unos amigos.
LA MUERTE
–Usted no se ríe de la muerte, pero no le tiene miedo.
–Ese es otro tema que me tiene ocupado. Para mí el último lustro de mi vida apunta a llegar bien a esa meta. Morir como una meta y no como un fin desagradable. Quisiera reunir a un grupo de personas con las mismas ideas, porque todo lo que se consigue en la vida se logra mejor si se hace partícipe a alguien más. Que no sea una cosa masturbatoria sino orgiástica. O sea eso es lo que estoy buscando ahora: la mejor forma de morirme. No morirme porque se me acabó la vida, sino porque lo decidí.
–Morir de qué manera. ¿Cree en la eutanasia, en el suicidio?

–Eutanasia es una manera de aliviar una enfermedad, eso es morirse dolorosamente. Yo quiero morirme sano, quiero descubrir el placer de morir. Con respecto al suicidio, la palabra está muy satanizada. Pero tiene una cosa muy llamativa: es la única cosa que el ser humano puede hacer y no puede hacer Dios.



–Ud. no le rehúye a la idea del suicidio.

–El suicidio en el sentido de poner fin a tu vida, no. Pero hay muy pocas palabras con un sentido tan negativo como esa.
–¿Siente que el final está cerca?
–Bueno, confío en que puedo vivir unos cinco años más. Tengo tres obras literarias terminadas: una obra de teatro, un libro de cuentos y otra novela. Creo que no me alcanzaría el tiempo para tratar de hacer una película. A lo mejor consigo el financiamiento, que es lo que más demora, y, antes de empezar, me voy al otro lado.

Lúcido, locuaz y productivo a los 85 años.

CINCUENTA AÑOS DESPUÉS

El libro "Veinte casas en el cielo" fue publicado por primera vez en 1958 en la colección Populibros, que dirigía el escritor y poeta Manuel Scorza. Era la primera novela de Armando Robles Godoy. "Yo tenía la novela escrita y guardada en un cajón. Por entonces también vivía en Miraflores. Y dio la casualidad de que Manuel era mi vecino. Entonces un día entró y me preguntó si tenía una novela terminada. Yo le dije que sí y se la llevó. Una semana después volvió para firmar el contrato". Por entonces la colección Populibros vendía cinco novelas por 10 soles de la época. "No era muy caro. La primera colección ya había salido y mi novela apareció en la segunda colección. Se vendió muy bien, los tirajes eran importantes entonces". Desde entonces pasaron 50 años para que la segunda edición viera la luz.


La República. Domingo. 7 de Septiembre 2008.

No hay comentarios: