lunes, 16 de febrero de 2015

ROSINA VARCARCEL : RECORDANDO A JUAN CRISTOBAL ¿ AL MARGEN ? O LA DEFENSA DE LA CONDICIÓN HUMANA

(rescatado por un amigo de huancayo, quiere que su nombre sea el silencio, respeto su decision)

RECORDANDO: JUAN CRISTOBAL: ¿AL MARGEN? O LA DEFENSA DE LA CONDICION HUMANA / por Rosina Valcárcel
En: "Caballo de Fuego", pags. 8-9. Abril 2002. II Epoca.
Director: Nicolás Matayoshi.
Acerca de la primera y última noticia del autor
Hurgando en las páginas hallé un curioso testimonio biográfico de Marcelina Parra. Veamos algunos pasajes: «Cuando abrió los ojos, Juan Cristóbal vio una callejuela por donde volaban luciérnagas y duendes aldeanos. Cuando tuvo uso de razón, es decir cuando su padre le dijo: "Eh, idiota, ven aquí", era el tiempo de Huancayo y la Guardia Civil. Después JC entristeció (a pesar de su madrina) y reconoció trenes y ríos en Chosica. ¿Cuál fue su desdicha? El asma, dicen varios; mas él trató de descifrarla como algo útil, pero fracasó, y ello lo condujo a la bancarrota de las simpatías. Acabó dé estudiar a los 16 años: ya bebía y eso fue (para él y su familia) como si el primer hombre de las cavernas hubiese sonreído.
Luego voló a España a estudiar medicina. ¿Cuál fue su mejor examen? Fue en una tasca, junto a "bellas prostitutas"; pero una noche de espantos de conciencia perdió el diploma. Después lo recuperó gracias a tahúres y toreros.
A su retorno, el avión casi cae en el país de los dulces cocodrilos. Algunos suspicaces creen que fue el miedo el que lo llevó a la pudorosa poesía.
En Lima conoció a un estudiante a quien le llamaban El Tulipán Negro, el cual le habló de Marx y Engels como buenos conocedores de almas y de vinos en sendas desconocidas, y que alguna vez habían dicho "Proletarios del mundo, uníos". Lo cierto es que, sin conocer esto de los camaradas, JC ya había repartido volantes clandestinos por las plazuelas dé Madrid ayudando a un viejo carnicero.
Fruto de todo ello conoció un banco.., pero no de madera. Al final de su vertiginoso viaje por las porosas calles de nuestra capital, los diarios empezaron a llamarlo "el chofer de los ojos almendrados", y esto mientras JC cantaba a dúo (con su conciencia y un amigo) "A la Molina no voy más...... Y como no le dieron posibilidades de seguir buscando documentos antiguos Bajo el Puente, se marchó a Chile donde era aún el tiempo de la lluvia. Ahí conoció al poeta Teillier, quien vivía arruinado por la poesía, lo cual es un honor. Tres veces estuvo a punto de viajar a los lagos del sur, pero tres veces se quedó en la Estación Central, porque "justamente acababa de salir el tren".
A su vuelta amó, pero de poco le valió: igual fue a conocer la sensación medieval en las paredes. Allí entendió mejor que antes que el pueblo vencerá algún día a los enemigos del pueblo.
Al concluir El Osario de los inocentes, JC residía en la palabra del mudo, pero dijo "¡Abajo Trotsky! ¡Viva el cholo Sotil! ¡El deber de todo poeta es hacer la revolución!, y comenzó de nuevo a vivir. Ahora sabe que la lucha es de todos los pobres del mundo... Cree, por supuesto, en el internacionalismo proletario, y se identifica con el Che en toda la extensión de la palabra.
De Piélago y otros datos
JC nació el 20 de octubre de 1941. Ingresó a San Marcos en 1960. Se presenta a Medicina, pero no ingresa. Entonces se va a España y allá estudia un año de Medicina. Como no le gustó a pesar que le regalaron un esqueleto regresó e ingresó a Letras a estudiar Literatura. Paralelamente militó en el MIR y fue integrante y activo animador de la revista Piélago.
Disquisiciones
La obra En los bosques de cervezas azules (Antología poética personal 1971-1999; Editorial San Marcos, Lima 2001) de Juan Cristóbal (seudónimo de José Pardo del Arco), está dividido en tres: 1 Libros éditos, desde El osario de los inocentes (1971) hasta Los rostros ebrios de la noche (1999); Libros inéditos: Memoria de lo infame y Las armas de la memoria; III Inéditos (no reunidos en libros). En cada uno de sus libros (como en la propia existencia de este aeda) se mezclan bipolares dimensiones/obsesiones, diversos astros y fantasmas, claveles y barro, nobleza y soledades, solidaridad y machismo, logros e interrogantes. Los personaje individuos devienen en ese reflejo que el mismo sujeto proyecta con frecuencia por instinto de sobrevivencia o rechazo, más allá del cual el hombre real vive y fallece en el complejo desafío que es la vida, fundamentalmente la de los condenados de la tierra.
A propósito de este libro, platiqué con el autor y él confesó que escribe para vivir y morir buenamente y no dejarse morir en vano como un simple "inquilino en la tierra" al decir de Nazim Hikmet.
Juan Cristóbal desde hace seis años es profesor de literatura y por razones de enseñanza ha tenido que aprender las características, nacimientos, desarrollo de las escuelas o movimientos literarios, pero cuando comenzó a escribir (desde 1955 aproximadamente) no conocía nada de eso, así que escribió y escribió y no sabía en qué orilla estaba; ahora tampoco lo sabe, cree que su poesía tiene de todo un poco como en la botica de la abuela buena para el dolor de cabeza. Empero en testimonio que asoma en las solapas del citado libro JC enfatiza: Mi poesía tiene dos vertientes: la poesía onírica, lárica y la marginal. Onírica por la influencia surrealista. Lárica, por el Dios Pan: vuelta a la tierra, a la naturaleza, al hogar paterno, a la infancia, rebelión contra la ciudad. Marginal, por vivir solo, encerrado en uno mismo, al lado de los seres y lugares más olvidados de este mundo, junto a las hipocresías y traiciones de los hombres, viviendo la esperanza desde el oscurantismo y la desesperanza. Y la del compromiso político-ideológico, que es el compromiso con la humanidad y el socialismo; que aún existe a pesar que algunos desean desaparecerlo, infructuosamente.
Juan Cristóbal es un poeta inmenso, cuya inmensidad que nace en los intersticios de la marginalidad, presente en su discurso poético, el cual, asumiendo la poesía popular, va abriendo los pétalos de la vida, para decirnos que la vida no es sólo una sino múltiple, y que en ella hay que buscar la esencia del vivir.
En su obra, no sólo hallamos el vacío y el horror que sienten aquellos poetas que ven que el mundo les es cada vez más ancho y ajeno. Como todo poeta de la acción colectiva, descubrimos fundidos en sus letras el sol de la calle y la metáfora de las esquinas orladas de cerveza. Como miembro de un sector de la generación del 60, crecida entre la estoica militancia, él nos entrega un discurso poético que vertebra la vida cotidiana con la remembranza, la visión de los vencidos y el amor.
Es tributario de poetas de gran aliento como Nazim Hikmet, Bob Marley, Martín Adán, Gustavo Valcárcel, Jorge Teillier, Juan Gonzalo Rose, entre otros. Y, a veces, su expresión llega a momentos épicos. ¿Acaso no es épica la vida de los marginales y de los revolucionarios? Es por eso que su pluma trasunta el vuelo del sol, en la búsqueda de los caminos que permitan tomar el cielo por asalto. He aquí el motivo esencial por el cual el poeta asume el riesgo de plasmar vida y obra.
A pesar que en su poesía existen matices pesimistas sobre la existencia, hay que reparar que no es el escepticismo de aquellos que perdieron la visión de la esperanza. Tal vez al igual que Baudelaire en Las flores del mal, el pesimismo de Juan Cristóbal sea respuesta ante el horror del capitalismo, el cual convierte a los seres humanos en objetos.
Ante esta cosificación el poeta arremete, en última instancia es la voz de los marginales, es el grito de protesta que nace tanto en las usinas como en los bares. Como si interpretando el mundo pudiéramos transformarlo, he allí la piedra filosofal de este alquimista de la palabra.
Las huellas del fuego, nacida en los extramuros de la existencia marginal es la clave para comprender a Juan Cristóbal, el cual en todos estos años de muerte y desolación ha seguido persistiendo en los sueños de la edad de oro. Quizá esta sea una de las razones por las que él es soslayado en varias antologías, y no sea parte del Partenón de la cultura oficial. Más bien, él es integrante de toda una tribu que ha comprendido que el elan vital se origina en la lucha constante del gueto.
Toda la obra de este poeta se haya cruzada por la esperanza y el infortunio, por la amistad y la remembranza, por la vida y la muerte. Antinomias que nos retrotraen hacia las sendas de la filosofía del arte, entendiendo que esta no es sólo un concepto vacuo y erudito, más bien es todo lo contrario, puesto que su significancia se puede encontrar en la historicidad de las contradicciones sociales.
Es esto lo que marca a su yo poético, lo que da valor a sus formas particulares de interpretar el mundo, es la razón que enciende la sangre de las utopías y que halla en la vertebración de los múltiples discursos de la calle, la razón única de su existencia.
Esto lleva a preguntarnos ¿cómo entender a un poeta?, ¿cómo sentir su poesía? La respuesta puede ser dada sólo en la medida que en su obra se sientan las hondas confluencias de la humanidad, la tragedia y la épica. La raíz que permita encontramos con nosotros mismos, formando parte de una colectividad creativa.
La cultura dominante y sus mediadores nos dan una percepción de los marginales, propia del sensacionalismo y de las páginas amarillas. Incluso ha creado toda una serie de términos para graficarlos de "fatalistas, anómicos, anodinos, etc." Sin embargo al igual que Gonzalo Rojas, Juan Cristóbal los reconceptualiza desde categorías verdaderamente humanas. Existe en su poesía, la lucha constante contra "la verdad oficial", por darles su real contenido. Es la otra parte de la humanidad, ergo la mayoritaria, la cual a pesar de la catástrofe de la dominación sigue soñando y haciendo su camino propio.
Aunque sus líneas estén, llenas de desvaríos y horizontes suicidas, la poesía de Juan Cristóbal no es un canto de la desesperanza, es lo opuesto, en ella se palpa la adhesión racional y emotiva a los ideales que dan vida, a la lucha por un mundo mejor para todos y que de individuos podamos convertimos en seres humanos.

Coda ¿Búsqueda de la lámpara o la defensa de la condición humana?
Pareciera a veces que tras la voz poética de JC se oculta la sutil búsqueda de una lámpara mágica, pero no nos confundamos, lo que el autor enfatiza en las variadas inflexiones de su misma voz es más bien la defensa suprema de la condición humana. Por ello hallarnos en la obra de JC. una predisposición para recibir y hacer suyo lo que estima auténtico o válido en el universo de las culturas populares, elevando así la condición históricamente marginal (por la dominación de la cultura hegemónica sobre las culturas subalternas) a la condición humana (desalienada), como si la energía de la poesía tuviera tal fuerza capaz de purificarnos y ennoblecernos. La poesía nacida de los hechos cotidianos y de las emociones o estados de ánimo de angustia, dolor, soledad, desesperanza y locura nos redescubre, nos reconoce así como seres humanos y nos libera. Sólo el que ha sufrido bajo las tinieblas puede saltar y alcanzar la luz; sólo el que ha soportado el vacío puede acariciar los valores y de este modo puede desenajenarse, recuperar su condición humana y trascender.
juan cristóbal: teléfono 461-2550. celular: 989-852-137
facebook: juan cristóbal
la esperanza nos espera al pie de un abismo (benedetti)
y cuando soy feliz, veo bailar alondras en el viento.



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1 comentario:

Rosina Valcárcel Carnero dijo...

Colega Luis Miguel, esta es la primera versión de mi artículo "Juan Cristóbal ¿Al margen? O la defensa de la condición humana, editada inicialmente en Caballo de Fuego, Huancayo...Luego ha sido revisada y corregida. Salió en el blog la mula.pe y hoy en la Revista que coordinada el compañero de Nicaragua Manuel Moncada. GRACIAS, abrazos fraternos. RV